En estos días en los que muchas personas han perdido sus raíces y ya no conservan lazos con la tierra que vió nacer a sus padres o abuelos, yo me enorgullezco de poder decir que una vez cada dos años me acerco al lugar que vió nacer a mis padres y mis abuelos. Y me encanta poder decir aquello de que voy a mi pueblo aunque yo no haya nacido allí.
Mi pueblo es un pequeño pueblo en la falda de la Sierra de los Filabres en la província de Almería. A medio camino entre Almería y Granada y rodeado por el rio Almanzora, mi pueblo se alza en un pequeño montículo gracias al cual sus límites se han mantenido inalterados durante años lo que hace que siga teniendo el mismo encanto de antaño y que no haya crecido desmesuaradamente. Los bloques de pisos no lo han invadido y conserva el encanto de esos pueblos blancos andaluces de casitas bajas y callejones familiares.
Desgraciadamente desde hace unos años he pasado de visitarlo dos veces al año a hacerlo una vez cada dos años pero cuando lo hago es como si nunca me hubiera marchado. En mi pueblo he disfrutado de los mejores veranos de mi vida, de los momentos más inolvidables de mi infancia, de mis estancias allí guardo grandes recuerdos que haran que dificilmente pueda renegar de que parte de mi alma es almeriense.
En mi pueblo resta todavía parte importante de mi familia. Y es que allí la família no se cuenta solo por los padres y hermanos, allí son familia los tios, los primos, los tios-abuelos o chachos, los primos segundos, los primos terceros, te salen parientes de debajo de las piedras y nunca llega uno hasta el extremo del árbol genealógico.
Mi pueblo es un pueblo que secude, és simpático, coqueto, encantador, recogido y acogedor. Es un pueblo de esos pocos que no estan atravesados por una carretera. Donde por las calles solo puede circular un coche, por donde aún se oyen el ruido de los tractores, és un pueblo que desde donde te encuentres oyes el sonido del reloj del campanario dando las horas, es un pueblo que aunque haya ido cambiando su fisonomia y haya ido convirtiendo las viejas casas de piedra en otras más modernas lo ha hecho con todo el cariño dejando paso a nuevas edificaciones sin deshacer la identidad del lugar.
Mi pueblo es un pueblo que vió como mucha de su juventud marchaba allá por los años 70 en busca de una vida mejor, pero mucha de aquella juventud no logró nunca desatarse y año tras año volvía a pasar sus vacaciones al lugar que le vió nacer. Aquella juventud se hizó mayor y consiguió que sus hijos sintieran por el pueblo el mismo apego que ellos tenían.
Mi pueblo es uno de esos pueblo que consigue que gente de ciudad renuncie a la vida en la urbe y el ruido descomunar por un trocido de tranquilidad.
Mi pueblo es mágico. Mi pueblo me seduce. Mi pueblo es uno de esos pueblos que a veces aburre de tanto relax. Me gusta aburrirme en mi pueblo, no podría encontrar un lugar mejor para el aburrimiento.
Estoy encantada de poder decir el nombre de mi pueblo: Armuña de Almanzora.
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